Pilar Rivas.

El Ayuntamiento inauguró la primera edición de la Feria de Empleo. En ella he estado con ilusión: por fin se hace algo para generar empleo en Granada. Lo primero que me encuentro es que no hay parados… muchos chicos universitarios y muchos representantes de la ciudad y de la Cámara de Comercio… ¡y representantes del ejército!

El alcalde nos dice unas palabras: «No es nuestra competencia. Pese a todo, creemos necesario invertir en el emprendimiento y en el autoempleo y por eso hemos invertido en esta feria de empleo cincuenta mil euros». ¡Cincuenta mil euros que han ido a parar a la empresa que gestiona y organiza la feria! ¡Menudo chaparrón me ha caído!

La situación del empleo en Granada requiere algo más que delegar competencias de una administración a otra. Requiere un compromiso serio y decidido de colaboración entre ambas administraciones competentes y culpables ambas de las enormes desigualdades con las que convivimos, en la que miles de granadinos no necesitan motivación para el emprendimiento sino ayudas reales para sacar sus negocios adelante y que permitan ofrecer empleo a quien no tiene dinero para invertir. Granada necesita un estudio serio de la situación del mercado de trabajo y del perfil de las más de 30.000 personas desempleadas que no cobran ningún subsidio. Dirigir las miradas hacia quienes son más vulnerables, gente que tiene más de 50 años y que lleva 5, 6 u 8 años en paro, madres solas con hijos a cargo que no han tenido un contrato en sus manos, jóvenes a quienes no se les está dando opción formativa alguna. Etcétera.  Mirar por las personas que lo tienen más difícil produce un efecto multiplicador de verdadero crecimiento.